No cabe duda de que nos hemos adentrado en una nueva era, en la que algunos patrones anteriores ya no sirven.
Negarse a ver la realidad únicamente ralentizará un cambio de ciclo que antes o después llegará a todas aquellas entidades educativas que sobrevivan a la crisis que se avecina. La pregunta pasa por cuestionarnos qué se espera de nosotros. Qué podemos aportar a quienes componen la ikastola, a nuestro entorno y sociedad. Una sociedad que espera recibir a una ciudadanía dispuesta a construir, transformar y aportar todo aquello que permita la sostenibilidad y el bienestar colectivo.
En un mundo incierto y cambiante, es de obligado cumplimiento que preparemos a nuestro alumnado para salir al exterior y valerse por sí mismos. Para ello, estamos obligados a repensar ciertos procesos de aprendizaje basados en un sistema educativo que desde nuestra visión no está sabiendo interpretar los cambios que se están dando a su alrededor y que requieren de una transformación profunda.
La aportación más relevante que podemos hacer a nuestro alumnado, para prepararlos de cara a un futuro lleno de interrogantes y que nos cuesta visualizar, pasa por ayudarles a desarrollar sus capacidades y dimensiones personales para que construyan su propio proyecto de vida. Debemos de facilitarles herramientas personales que les permita adaptarse a entornos cambiantes e imprevisibles.